El gato clavo

El gato clavo

El gato clavo

Una vez oí que el nombre actual del país más extenso de la Península Ibérica, es decir, España, proviene de la acepción i-spn-ya (si es que es el vocablo correcto, que me perdone Linguriosa), nombre con el que, supuestamente, sociedades precedentes a la nuestra (quizá fenicios?) denominaron a estas latitudes y cuyo significado se adujo a «tierra de conejos». A pesar de que hay estudiosos y científicos que lo desmienten, lo cierto es que muy probablemente aquellos grupos sociales estuvieran en lo cierto (hablemos de conejos o metales, que es otra de las teorías). El conejo fue durante siglos muy abundante en nuestro país, y como consecuencia natural trófica, la abundancia de una especie puede significar el éxito de otra de la cual se beneficie directamente.

Pito ibérico y conejo comparten bebedero

Conejos. Ese animal simpático y color ceniza que recorre con sus saltos, sus grandes orejas y la borla blanca de su cola el monte mediterráneo, cada vez en menor medida, y que otrora «pudo dar nombre» a estas tierras nuestras. El lagomorfo que supone la dieta principal de uno de los especialistas más eficaces y elegantes de nuestra fauna identitaria y patria. El gato clavo. O dicho de otro modo, el lubicán, el lobo cerval o como comúnmente se le conoce ahora, el lince ibérico. Un felino de mediano tamaño que ha permanecido en un lugar privilegiado dentro del acervo ancestral de la fauna ibérica, junto a otros titanes cuadrúpedos como el lobo (signatus) o el oso pardo cantábrico.

Rozando casi la leyenda

Estandarte de la recuperación «milagrosa» de una especie, el lince ibérico ha vivido tiempos mejores, pero sin duda, también mucho peores. Aquellos en los que la especie parecía dar estertores ante el avance imparable de los humanos, la pérdida y destrucción de hábitat, la hecatombe que sufrió la especie de la que es especialista y otros factores, que llevaron a estos animales al horizonte de sucesos, astrofísicamente hablando, de la extinción.

Siempre quise ver la santísima trinidad (+1) de la fauna ibérica; desde que tengo uso de razón. Y es que aunque no soy de la generación de los «niños de Félix», me he criado en esa tierra que tanto le gustaba a él, Extremadura, con su figura y cuaderno de campo como referente. Y fue hace algunos años (no muchos) cuando por fin pude ver el brillo en los ojos de estos increíbles animales. Los fantasmas del monte mediterráneo. Una mezcla entre el sigilo (casi imperceptible presencia) y la majestuosidad voluptuosa de este pequeño-gran felino. Cartacterísticas que le confieren un aura muy peculiar… ya que no estoy segura de poder considerarlos escurridizos o tímidos, sino más bien sabedores de su regia silueta a pesar de aparecer y desaparecer como una ensoñación.

El Lynx pardinus es recibidor de buenas noticias en 2024. Tras muchos años de esfuerzos ( y presupuestos) titánicos, parece salir por fin de ese abismo al que estuvo condenado durante demasiado tiempo. Como primer resultado de toda esta política de salvación se ha conseguido revertir el estatus de peligro de supervivencia de la especie a un estadio «un poco» más esperanzador.

Estatus de conservación actual del lince ibérico

Ojo. Vulnerable tampoco es para tirar cohetes. Los números son sensiblemente mayores que hace 20 años (punto de inflexión en su historia reciente), pero no nos engañemos. ±2000 ejemplares es una cifra ciertamente modesta (sobre todo en términos de refresco genético). Aunque no sea comparable, los licaones o perros pintados africanos están actualmente en la categoría «CR – Critically Endangered» y las últimas estimaciones fiables situaban la horquilla poblacional en torno a los 6000-7000 ejemplares reproductores (por supuesto, repartidos en varios países).

Sea como fuere, ahora ya no es imposible acercarse a las sierras meridionales de España e intentar tener un avistamiento exitoso de esta especie. Se dejan ver con cierta frecuencia y a relativas distancia por varios puntos de nuestra geografía. Desde hace tiempo, más aún tras la pandemia del Covid-19, el turismo ha experimentado un creciente interés por entornos y experiencias naturales: en el campo, en la montaña, en el mar… todo lo que sea entrar en contacto con la vida salvaje de una forma u otra, y esto se nota. El auge de propuestas y actividades, el aumento de la presencia humana en los entornos naturales, (con todo lo que eso conlleva) es una tendencia que no ha dejado de crecer desde hace unos años.

Tenemos que aprender a ir a la naturaleza. Kílian Jornet

Tras muchas de estas propuestas se esconden proyectos de recuperación, conservación y mejora de las especies, y sus hábitats. Una mayor concienciación siempre va a tener ese cariz de responsabilidad y consciencia activa, que busca mediante diferentes acciones generar un beneficio en la comunidad y sus habitantes, sean de nuestra especie o no. La coexistencia parece un horizonte muy lejano de equilibrio imposible, pero se está poniendo mucho empeño en que eso cambie. En que las iniciativas generen un impacto positivo a través de la educación, la inversión y el retorno de conocimiento, y aquí la divulgación cumple un papel protagonista, gracias a la ruptura de límites tempo-espaciales de Internet. El conocimiento es de las pocas cosas que se multiplica cuando se comparte, y por eso quiero aportar mi granito de arena, no sin acordarme de mi querido Feroz, que seguro aprueba ese acercamiento con sensibilidad a sus antiguas zonas de campeo y que se habría alegrado mucho de ver que su especie podrá seguir medrando entre olivares y encinas por que cada vez hay más enamorados del moteado gato ibérico.

En la siguiente entrada te hablaré de un proyecto español que está contribuyendo a la conservación (y puesta en valor) del lince ibérico de una manera muy exitosa…

Gato clavo sobre bolo granítico

2 comentarios

  1. Javier de la Fuente

    Hola Annais, tu publicación me ha parecido interesante y elegante, esperamos más comentarios sobre el Lince ibérico. Soy de Valladolid y un enamorado de la naturaleza y especialmente de la ornitologia que practico, disfruto siempre que puedo. Espero poder ver por tierras vallisoletanas un Lince Ibérico en un futuro. Un saludo.

    1. ¡Qué grata sorpresa Javier! Muchas gracias por pasarte y comentar! Tenemos unas aficiones preciosas, ojalá que antes de lo que esperas puedas ver en tus jornadas de campeo al gran gato clavo! Eso será síntoma de su estupenda recuperación 🙂 Gracias por tus palabras! Nos vemos en la naturaleza!

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